quinta-feira, 9 de abril de 2009

Billinghurst (parte 2)

La lluvia paró después que el extranjero decidió entrar en una esquina conocida. Había estado en ese edificio varias veces, conocía el olor a cigarrillo y humedad, ese olor de edificio viejo lleno de historias. Le vinieron dos nombres en la cabeza, marcó primero el número 45, tan sólo para probar la suerte, pues sabía que en ese horario no iba a obtener una respuesta.

-Alo?

-Hola, como estas?

-Hola, estoy bien, y vos?

-Bien también, algo cansado, pero bien.

(silencio)

-Puedo entrar? Estoy empapado...

(silencio)

- Sí, claro, entrá.

En el ascensor se dio cuenta que la última vez que había entrado en él había sido hacía ya un buen tiempo, y que en aquella ocasión le practicaron un fellatio formidable. Abrió la primera rejilla con la mano izquierda, la segunda puerta la empujó con mano derecha; la puerta del apartamento estaba abierta. Esa rutina le era familiar, la había repetido diariamente hasta hacia unos meses. Sin embargo, las cosas estaban diferentes de la última vez que había entrado, había un olor diferente, un olor mas cálido, mas ameno. Otros cuadros adornaban la pequeña sala que estaba iluminada por una lámpara alta y delgada, el mismo estilo de lámpara que él había comprado dias atrás para iluminar su cuarto. De repente, apareció el dueño de la lámpara y los ojos del extranjero se fijaron en él. Estaba igual de bello, con su barba de tres dias, los anteojos gigantes, el cabello liso y rubio, la nariz pequeña y los labios gruesos y rojos, que combinaban perfectamente con sus mejillas finas; andaba con su antiguo pantalón de practicar Ballet, mostrando el torso delgado y los pectorales definidos.

-Hace mucho tiempo no venía a este lugar. Está diferente, pero me gusta como quedó.

-Sí, es verdad, hace mucho tiempo; las cosas cambian, las personas cambian, pero tú sigues como siempre.

-No me acordaba como extrañaba este lugar, y como te extraño a tí

-A que has venido?

-Pasaba por aqui solamente. Llovió muy fuerte y pensé que podia tomar un baño caliente.

-Bueno, fue por causa da lluvia que no pude salir antes, pero ahora que paró debo irme. Puedes tomar baño, si querés; tan solo cerrá bien la puerta cuando te vayas.

-Ya te vas? al menos espérame tomo baño y nos vamos juntos. No quiero quedarme solo en tu casa.

-No puedo, tengo que salir ahora mismo. Además, sabés muy bien que no es conveniente que nos veamos.

-Está bien, como tú quieras. Son tus reglas, siempre lo han sido.

-Llámame un dia y almorzamos. Cuidate.

Entró al baño y los jabones artesanales aún estaban, esta vez de otros perfumes, diferentes del traumático maracuyá y el nostálgico yerbabuena. Al escuchar la puerta cerrar comenzó a desvestirse rápidamente; era verdad lo que decia, acerca de solamente querer una ducha de agua caliente. No tenía otras intenciones aquella tarde, el apartamento lo llenaba de recuerdos de una vida feliz, de risas y pizzas, de películas y series, de abrazos sinceros y cuidado mutuo. Y todo ello borraba su necesidad de sexo, pues había algo mas que simples cuerpos: en ese apartamento, con esa persona, habían sentimientos involucrados, había un pasado, había habido algo que podría catalogarse como un amor.

El agua caliente caía sobre la cabeza del extranjero, relajándolo. El día había sido muy largo, estaba cansado y confuso. Recordó que la última vez que tomó baño en ese lugar se prometió nunca mas ir a ese apartamento, pero como todas sus promesas individuales, esta la había roto por un acaso. De repente, sintió unas manos abrazándolo, unas manos conocidas, unos dedos traviesos y familiares; un cuerpo cálido que lo acorraló contra la pared del baño. Giró y ahí estaba él, con su barba de tres dias y sus labios gruesos y rojos, que se lanzaron contra su boca en un beso que le hizo escapar una lágrima de sus ojos frios. Había anhelado tanto ese beso!

El agua fue complice de sus ansias retenidas por tanto tiempo, el ruido de la ducha eléctrica fue la cortina de humo de sus actos, de sus caricias y toques; fue la explosión de una bomba de tiempo que se había formado en sus corazones y cuerpos. El baño fue su universo personal, único e inviolable. Fue la caja de pandora de todos sus deseos reprimidos, de sus soledades eternas, de sus ácidas nostalgias. fueron juntos por un instante de tiempo, sus cuerpos danzaban al ritmo del sexo y el cariño. Explotaron juntos de toda la represión y los reproches, de reclamos pasados, de diferencias e indiferencias. Sus cuerpos les dieron descanso a sus atormentadas almas en un viejo baño en Palermo.

1 comentário:

Rodrigo SA disse...

ansias... ay las ansias...
to adorando vc e suas historias...