quinta-feira, 2 de abril de 2009

Billinghurst (parte 1)

Febrero, Calle Billinghurst, un lugar bastante conocido para él. Se tropezó con dos hombres que salían de un bar de dudosa reputación, como decía su amigo de infancia. Estaba completamente empapado por la lluvia que lo cogió desprevenido mientras caminaba sin rumbo. Eran las 5 de la tarde, y había fumado un porro antes de salir a caminar, al haber desistido de intentar tener sexo con algún conocido. Hacía calor, pero la lluvia no cesaba, lo cual le agradaba mucho; la sensacion del agua cayendo en su cabeza, como si con ello pudiera acalmar su mente, sus pensamientos, sus recuerdos. Estaba cansado de Buenos Aires, las noches de baile en Palermo y sexo en Recoleta, San Telmo o en cualquier otro lugar habían acabado junto con su dinero, y tenía que volver a buscar un empleo, en el lugar que detestaba, que aborrecía y que lo atrapaba en un tránsito infame. Su terrible destino lo obligaba a buscar un trabajo, pues todo el dinero que poseía de los ahorros de sus padres se había agotado.

Se consideraba un bueno para nada, un mediocre. Su vida había sido fundamentada en falsas cortinas de humo y en engañosas apariencias, pero nadie sabía de ello, tan solo él.

Lo imaginaba cansado y sucio. Estaba próxima la hora en que se iba a encontrar con esa muchacha que tenía nombre de flor, esa muchacha que él sentía los había separado. Pero no era así, él sabía que la culpa caía sobre sus manos, y no sobre la muchacha. Le dolía aceptar la culpa, le dolía aceptar que fue gracias a su temperamento agresivo, a su falta de dedicación y a su formidable capacidad de darle poca importancia a todo y a todos. Él se cansó de ser un mueble mas en su vida, de ser un cuerpo mas, unos labios, un sexo. No podía hacer nada, su vida era miserable desde todos sus puntos de vista. El amor lo había perdido hacía unos dias, el dinero se había acabado, el libertinaje porteño lo había agotado y su mente necesitaba huir de tantas contradicciones.

Él se había marchado semanas atrás después de una fuerte discusión en La Boca, y lo había dejado con una cuenta por pagar en el hotel y con el corazón roto por escuchar a carne viva todos sus defectos. Algunos dias después llegó una postal que no era para él: "12h en el Terminal de Foz de Iguazú, en la parte Brasileña, el dia que ya habíamos dicho". Sus sospechas se confirmaron y la cólera lo invadió. Ahora sabía exactamente a donde iba y con quien se iba a encontrar, y no pudo contener las lágrimas. Lo había perdido, tal vez para siempre.

Aún así decidió no moverse de Buenos Aires y vengarse acostándose con cualquiera que se ofreciera a hacerlo con él. No era difícil, tenía un encanto extranjero que le daba buenos resultados. Su acento no era mas el mismo, su mirada era calculadora y fria, y sabía decir las palabras adecuadas y los gestos propicios para conseguir su venganza. Pero sabía que era algo vacío, en vano, él no volvería a su vida y tal vez nunca iría saber de su tal venganza.

Por otro lado, le tranquilizaba saber que él no amaba a la muchacha; tal vez ella era solamente una válvula de escape a todas las paranoias y sus inseguridades, justamente con las que el extranjero no sabía lidiar. A éste por su lado, le dolía no haber intentado mas veces entenderlo, pero era de poca paciencia, volátil, inestable. La persistencia la había perdido hacía algún tiempo junto con su cordón umbilical, mientras que la pérdida del sentido de la existencia ocurrió 15 años después de ello, cuando el verdadero cordón umbilical murió.

El extranjero andó tanto bajo la lluvia aquella tarde de Febrero que sus tenis estaban inundados, pero ni él ni la lluvia cesaban en su camino. Necesitaba olvidarse de él, necesitaba perdonarse por haberlo perdido. Sabía que era una buena persona, pero el amor fue mas débil que la soberbia y se apartó de ellos dos. Los miedos de uno y la poca astucia del otro no lograron combinarse adecuadamente, aunque se querían. Aquella tarde en La Boca fue tan solo el punto final a una larga história de desilusiones y silencio. Y aún estaba el problema de regresar a casa, a enfrentar la jornada que le indicaba el fin de su vida tranquila y descomplicada.

1 comentário:

Rodrigo SA disse...

muito gostoso ler vc...