segunda-feira, 3 de agosto de 2009

My own six feet under

Después que le vi con su "coisinha fofa" su recuerdo volvió, aún sabiendo que había conseguido a alguien desde antes, como si ya supiera del fin. Confirmarlo fue lo último que necesitaba para enterrarlo, pues estaba muerto hacía ya un buen tiempo, pero yo seguía cargando con su peso, con su olor a muerto, un amor muerto que huele a peras podridas.

Pero, acaso pensaba yo, ingenuamente, que enterrar no duele?
Un entierro siempre duele, o incomoda; a mí me incomodó y desequilibró, aparte de hacerme sentir un aguijón en medio de ese algo que podría ser el alma, agudo dolor, agudo dolor.

Y el silencio llega a mi cabeza, el blanco, el vacío. Un zombie en luto, que paradójicamente entierra su antiguo amor, viejo y roido como todo él.

Creo que ahora sí sé que el mejor rótulo a todo lo que sucedió era amor, pues no lo siento mas; aparte de tener la sensación de estar incompleto, como si el aguijón en medio de ese algo parecido al alma le hubiera quitado un riñon o uno de los dos corazones.

Colocar una palada de tierra a la tumba de un amor, se siente como granizos golpeando la cabeza, especialmente en la parte en donde me besaba en las noches. Y Spirulina hablando mas alto que el granizo, con su voz verde y sus filamentosas presunciones, y yo intentando pensar en algo que quitara el blanco zombie que me dominaba.

La chica polaca de rojos cabellos me coquetea con un cigarrillo, pero yo le respondo con una puerta de madera en la cara. Mientras, entro al cuarto de hielo y preparo con cocktail de micronutrientes para Spirulina, que no para de gritar.

Otra palada de tierra y otra lluvia de granizo que cae. No duele mas ni menos, duele lo mismo, no logro acostumbrarme al dolor. Y continua el hedor de peras podridas y samambaias secas, que no logro ocultar, está alrededor de mí y sé que las personas lo notan, por mas que intenten disimularlo.

Como exageradamente, me contagié con el hambre insaciable de Spirulina. La música me fastidia pero el silencio me mata. El duendecillo mimoso me invita a salir por la villa, pero no quiero verle, no quiero ver a nadie. Mañana será otro dia, pienso yo, pero en el fondo sé que todos los días serán grises, nublados y húmedos, como es inhabitual en esta selva.

Los escritos aumentan, los errores no se acaban y el cansancio se acumula. La sensación de gritar está en la punta de la lengua, pero la voz de la niña en la lejanía me reconforta y la risa del niño me dá fuerzas para continuar con el entierro.

Porque ellos son los vivos, este que está aqui bajo la tierra ya no más.

2 comentários:

Sam. disse...

estoy comiendo spirulina y leyendo tu escrito y tratando de imaginas

Rodrigo SA disse...

si pudiera pensar en mi propio six feet under de pronto perdería las ganas