sexta-feira, 9 de setembro de 2011

un juicio de moral

"Y dime, Marcelito, como te defines?"

y el muchacho, amedrentado, le dice: "Soy un mal científico, soy un artista mediocre y soy un escritor frustrado". En seguida, la jueza le pregunta: "alguna última cosa para decir?"

"No". contesta Marcelo.

"Está bien. Pueden llevárselo"

La puerta se cierra y en la sala tan sólo se escucha el sonido de las hojas del informe. El destino de Marcelo ya no le corresponde a nadie en la sala. Las pruebas han hablado y los crímenes han sido resueltos. Poco a poco la sala se vacía, la luz de la tarde se escurre entre las ventanas y el vigilante tranca la puerta. A él nada le importa Marcelo, así como al resto de los presentes durante la audiencia.

Todos sabían que los juicios a favor de la moral eran los momentos perfectos para conocer personas e intercambiar teléfonos. Además, era en los juicios en que todos los habitantes de aquel pueblo se unían, por única vez, en pro de alguna causa: la defensa de la moral, los buenos costumbres y el arte barroco.

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