sexta-feira, 17 de setembro de 2010

In: Catarsis

¿cual es la base de tu sistema de valores?
-el dinero, claro- Dijo Charles.

Ante tal respuesta ni Daniel ni Ernesto dijeron nada. Yo, como siempre, estaba sin palabras.

Meses después, mientras fumaba un porro en mi cuarto, viendo los cubos pintados en las paredes, encontré la respuesta de esa pregunta: el sexo.

Me asombró y me dejó perplejo esa respuesta. Pero sabía que era cierto. El sexo controlaba mi vida, así como el porro. Todo giraba alrededor de unas piernas gruesas, un abdomen delgado, unas nalgas duritas o una ingle perfecta. Poder acariciar los pezones, jugar con ellos y mis dientes, tocarlos con la punta de mi lengua. Mi vida y la mayor parte de mis pensamientos eran sobre el sexo: pasaba la mayoria del tiempo viendo pornografía en internet, buscando encuentros -furtivos o no-, buscando un cuerpo perfecto que me satisfaciese.

Buscando, buscando, buscando lo que no se me había perdido, claro. Sin embargo, continuaba, era muy difícil parar de pensar en lamber un cuello o en morder unos labios. Era una obsesión.

Ese mismo dia habia tenido dos encuentros sexuales diferentes, y en ambos ocurrió lo mismo: no aguantaban mi ritmo. Me imaginé como una zorra ninfomaníaca de los Simpson, o poseedor de algún transtorno sexual, tan de moda en estos dias por los famosos. O me imaginé feo, flaco, desgarbado, de modo tal que a la otra persona no le atraía sexualmente.

Sin embargo, en mi búsqueda por sexo no encontraba nada interesante, nada me agradaba y todo me incomodaba. Aquellos gorditos a más en la cintura, una piel descuidada o unas piernas flácidas. Unos pies maltratados, unas nalgas pobres y aplastadas por no salir de una silla o unas uñas grandes y sucias. Siempre veía algun imperfecto que me hacia perder el encanto por el amante de turno.

Aunque nada de eso era cierto. Sabía que la fuente del inconformismo era yo. Ya no estaba tan enamorado de mí mismo como antes, puesto que en mi mas salvaje narcisismo dejé de lado a esa persona fruto de mi adoración. Acabé con sus sueños, le hice refundir sus objetivos entre piernas, brazos, labios y penes, lo hice un muñeco sexual, crespo y con abdomen perfecto. Lo hice un trofeo digno de algún narco-queer, hueco por dentro pero bello por fuera.

Días después de aquella epifánica noche, recibí un e-mail sobre una super promoción para tres sesiones de reflexologia Thai en un estudio famoso de la ciudad. Me intentaban seducir con frases como: "La reflexologia Thai tiene 2000 años de existencia y una hora de duración", o algo como "tratamiento completo para hacer fluir su energía". Me pareció llamativo pero caro a pesar de tener un descuento del 71%. Sin embargo, la frase que mas me impactó fue: "este descuento es un regalo de los cielos para alguien como tu, que sabes que la belleza es el perfecto equilibrio entre cuerpo y mente". -Se han equivocado totalmente -pensé-, Soy el que menos sabe cual es el equilibrio del cuerpo y la mente, no sé que es belleza, no me siento bello y mucho menos equilibrado.

Y creo que pagar tanto dinero por una sesión de esas no me va a ayudar a equilibrarme. Prefiero el viejo truco de los estiramentos, los abdominales matutinos, comer frutas y verduras, apartarme de la pantalla del pc, leer, sentirme útil y evitar el parasitismo a toda costa. Es un vicio, como el sexo, los cuales debo dejar también...aunque, pensándolo bien, podría hacer un equilibrio entre mis vicios, una escala de valores de vicios, unos mas permitidos que otros, algunos guardados para ocasiones especiales, como un Juan el Caminante o una Alicia Viajante.

Porque sé que si me cohibo me muero, y no quiero morir desequilibrado.

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